Lluvia y el corazón llora. Y agua y lluvia. Y corazón y tarde. Es la misma corteza. Es la misma piel. Duele igual en el alma. Igual en el árbol. Corazón y cielo. Pájaro y tierra. Un amor se guarda dentro del árbol. Con flechas y crepúsculos. Se purifica con agua de lluvia en el corazón. No se grita nunca, no se escribe en hojas ni se lanza en latidos a la calle. Se tiene y se viste de todas las pieles. De todos los dolores y de todas las alegrías posibles. Hasta que un día sea una gota más en el infinito océano de Dios donde se disuelva en la lluvia en el corazón tuyo y mío En el amor eterno de Dios.
Te pintas la cara con el sol. Tus pies redondean el cielo con el barro, tu mirada es un poema sinfónico escrito en el horizonte. Que te perfumas con las flores del campo. Que te vistes de cortezas de árboles. Que vuelas en los pájaros de la tarde. Y un cortejo de mariposas es tu séquito como reina. Bebes en la estrella los sueños que están por germinar y que dibujas muñecas de trapo en tu sed infinita. ¡Hija mía del silencio! Aún caminas en mi alma como playa cromática de aroma. Aún vuelas entre los pétalos del viento que rozan mis blancos cabellos. Que eres pájaro de abril.
Llegas al mediodía con tu olor a bosque, y en la flor posas tus aromas y absorbes el néctar de las raíces en la flor. Golpeas la luz con el trémulo de tus alas y desprendes del silencio una dulce canción que habla de otras flores, de otros árboles, de otros amaneceres. Llegas y te vas en la rapidez del instante que ya fue. Veloz mensajero del amor. Tus melodías en el viento son flechas en el concierto del crepúsculo encendido. Y yo dispongo de una piedra para sentarme bajo las frondas a oír tu orquesta sinfónica. A oír tu serenata en los perfumados árboles, en los ríos del cielo que bajan en las prematuras lluvias del alba. A dónde escaparás al concretar tu faena del día. Al vaciar la flor de su néctar. Dónde zambullirás tus alas en los espacios de color de agua y luz de la tarde. Persigo tu vuelo. Sigo tu ruta de estrellas. Me mojo de tu miel para mirar la luna adormecida entre las piedras de la verde montaña de la Esmeralda.
Rosa helada de mis cinco montañas con nieve, riego mis versos en el perfume del incienso que sube a Dios en el cristalino y frío cielo de junio. Rosa helada en la maceta de tierra sembrada de cielo, en sus pétalos la escarcha, ¡sembrada de invierno! con mi corazón rondando en la nieve, mis pensamientos y mi canción creciendo, ¡en notas de dulces acentos!
Rafael Deliso
12/06/2014 Con especial entrega en la primera nevada del año, en Mérida, Venezuela.
"Como la minúscula hormiga que gigante levanta un mundo, cargada de troncos y sueños en la esperanza de su viaje". Rafael Deliso
En los cojines del cielo se disuelven aves migratorias. Vuelan en bandadas fugitivas. La tarde se hace infinita de luz y de alabastros horizontes. Los naranjales perfuman de azahar el campo.Y pobladas mariposas la asaltan. La plaza del pueblo luce incolora. Hay un silencio de nombres olvidados. ¡Y de flores oxidadas! El camino se hace largo. Polvareda y hojas de jabillo, caoba y mango en piedras secas, en casa de barro y en techos de vetustas tejas, de rojo crepúsculo. El atardecer a veces se quema. Caminamos un pueblo y nos espera una noche.Allá en lo alto del árbol, encaramado el gallo canta. No conocemos la letra que nos susurra el río. Es una canción de amor. Suele ser triste cuando la luna peina sus cabellos en el espejo del agua y desaparece en la lluvia. El instante golpea la puerta del sol. Las últimas luces van ocultándose. Sigo mis pasos en la noche hasta el alba. Mañana echaré mis hilos en el viento por suceder peces en el cielo,cubiertos de infinitos regalos.
Cómo quiero escribir un poema, ¡y no puedo hacerlo! Un escrito simple y dulce para ti. Empezar con la frase más sencilla, ¡oh mi Señor Y Rey! Quiero escribirte versos de amor en este día, y enviártelos en las nubes con el olor de la hierba y con el rocío de mis ojos que humedecieron hojas y flores en mi ventana. ¡Oh mi Señor y Rey que amaneces en la luz del día! ¡Señor de mis quebrantos! Del agua dulce en los manantiales que bebe mi alma. De la espiga de sol que da pan y maná al hambriento. Quiero escribirte Rey mío y Señor mío una carta con letras de ramas y de hojas, con troncos y musgos, donde mi corazón te cante con la lluvia y con el sonido de las piedras del río. ¡Quiero escribirte una carta! Señor y Dios Jesucristo ¡quiero escribirte una carta de amor para ti! Y que mis versos sean besos a tus pies. Y mi música, ¡tu música! Quiero llevar tus palabras como semilla en mi alforja e ir esparciendo cada amor de tus amores en el perdón del día. Y tu luz en la Salvación de aquellos que han de entrar. Uno será tomado y el otro será dejado. Porque no todos comprenderán que tú habitas en lo simple, y que tu verdad fue un sacrificio de amor y grandeza.
El arco iris en la flor en el agua en las piedras. Salto de agua, del Ángel. Auyan-tepuy piedra maciza. Kerepakupai Vená profundo salto desde el cielo, donde nube y agua se disuelven en mágicas melodías de vegetación y misterio. Allí en el silencio, en el templo de verde espejo de rocío, donde el tepuy guarda una oración con olor a perfume de virgen orquídea. El arco iris en el agua, en las piedras, en las mariposas terrenales, donde el corazón en la quietud vuela en el agua de infinitas caídas sobre un azul silencio de hojas.
Por qué te amo tanto ciudad de mis encantos, en sierra y desfiladero tus estrellas brotan en ríos y en cristalinos abrevaderos. Verde de montañas en amarillos frailejones. Que el sol con tibieza baña tu cordillera en susurrones. Bordeando La Sierra Nevada y La Sierra La Culata, de noche mi alma vaga, anhelando tus latidos en olores allí donde el corazón palpita y ata tu nombre en roja cinta y la llevo al pecho, como una flor encinta. Encinta de amores en mi corazón sediento. Por qué te amo tanto ¡ciudad de mis encantos! Fría brisa de tu boca que enternece el ansia loca de abrazarte con mis manos y nunca soltarte. Ni en vano negarte: Por qué te amo tanto ¡ciudad de mis quebrantos! ¡ciudad de mis amores! que mi alma con su manto te envuelve como niña que en La Sierra se asoma con sus mejillas rojas a recoger las flores ¡las flores de mis amores! y te susurra al oído dulces y eternas canciones.