¿Qué cantan los pájaros en la plaza? Toda la mañana se oye música en los árboles. Vuelan las mariposas y los pájaros giran en círculos, y en las ramas dejan sus canciones. Qué música es esta que mis oídos no comprenden. Hay una letra que pone la brisa y una armonía de colores que dejan las flores, pero yo me sigo preguntando, qué cantan los pájaros en la plaza. Arriba en las altas ramas, festín de luz y dulzura. Celestiales parajes de quietud y pureza. Mi naturaleza humana arraigada a lo material, nunca comprenderá el canto de los pájaros. A menos que abra mi corazón a su música de sublimes notas.
Te sigo esperando. Fue un breve instante tu partida. Huiste en una andanada de mariposas. Al atardecer. Te sigo esperando. La lluvia no es excusa. Ni el cielo sin estrellas. Tu rastro lo dejaste en el perfume de la rosa en el día. En las piedras desnudas que pisaste. En la ráfaga del trueno. En las empinadas noches de verano. En los balcones de nubes blancas deshaciéndose. En las sábanas de salitres donde en noches como esta, mis ojos, esperan tu regreso por esa puerta ancha del mar.
Ella espera, quien sabe a quién espera. La tarde espera. Nadie sabe a quien se espera. Pero la espera es una forma de llegada. Y la llegada no se sabe cuando se va. Esperar e irse es llegar y no estar. Y si nunca llega como se sabe si se está. Ella espera, quien sabe a quién espera. La tarde espera. Y nadie sabe a quien esperar. Si esperar y llegar estén en el mismo lugar.
Un pedazo de mí en el crepúsculo se quema. Vorágine del sol en la alborada. Trozos sin ti en la memoria de la tarde. Y tú, quizás, en los parajes del viento, donde la ventisca funde el corazón en trituradas hojas del verano. En el espejo del agua donde se ahoga la luna con su pena, mirando el cielo sin tu cuerpo. Para que te quedaras.
Corazón guarda tus silencios. Esos silencios, a veces sin respuestas que laten y viven en ti. En días y noches. Semanas y meses. Lleva esos silencios a tu oración y espera al dueño del silencio para que te responda. Se hacen largos los callejones sin salida. Las sendas se hacen interminables. El cielo se cierra como una flor nocturna. Y todo parece nublado. Relámpagos y truenos en el borde del horizonte y la rosa golpea mi corazón, y las estrellas están detrás de un verde jarrón antiguo. ¿Dónde esconderme corazón mío, en este día, de tu olvido? El rocío cae en la madrugada, ¿o son mis lágrimas? La ventana empañada. Las paredes frías y taciturnas. Corazón guarda tus silencios. Ya vendrá el día y una nueva esperanza brotará en el albor. El dueño del silencio vendrá en la algarabía de los pájaros. Y tú, corazón,reposa, en Dios. En ese dueño de tu vida. En sus manos que te recogerá en el amor de su hijo. Porque en su cruz te dio libertad y salvación. ¡Sí, corazón, espera en Jesús! En su nombre hay libertad y respuestas.
Verde lluvia. Destilan los cántaros. Arroyo en las calles. Canción en los árboles. Verde lluvia. Y la plaza baila un tango y vuelan las hojas. Y las mariposas andan de viaje. Y el agua corre entre grietas. Y las flores duermen. Verde lluvia y los cerros están verdosos. Y los pájaros felices en el cielo. Felices en sus cantos. Y las chicharras crujen sus dientes. Quiero ser gota en el tejado. Verde lluvia, y crecer en los helechos como un sol pequeño en la humedad del día.
Allí te espero en el naciente, donde brota el agua gratuita. En el verde vegetal de los caminos por transitar. Entre piedras y flores, cielos por recorrer y nubes por alcanzar. En los caminos del sol. En alfabeto de hojas por descifrar. Y consonantes que te mencionan. Latido de vocal en las montañas. Nombre impronunciable. Báñame de luz como haces con la desnuda piedra del río. Alcánzame del rayo tibio del amanecer. Inúndame del rocío fresco de los cafetales. De la hierba menuda y sencilla. Soy tuyo en los cielos de agosto, que flota en las infinitas nubes de invierno. Queriendo disolver mi esencia de barro, en la tuya cristalina de luz diáfana.
La noche trae el trueno en su lluvia. El silencio en su fuego. Tuya es la soledad. Inscrita en el mármol. Cada beso estalla en la rosa. Irradiada de luz. Ante la noche del relámpago.
Quiero decirte que con hierros de horizontes pretenden encarcelar el cuerpo pero el alma que no resbala ni oxida tiene colores y ríos, tiene voces y razones. El cuerpo es un trozo de pan. El alma un río que fluye. El dinero de la tierra no es un barco ni un yate. La moneda de oro, no es un palacio. ¿Qué buscas entre escombros de historias y noticias? El día va, el día viene, y todo nace y todo muere. Nadie eterniza raíces en la tierra y el polvo todo lo cubre. Tu nombre en una lista seguirá un destino después que mueras. El alma es un frasco, llénalo de olores de buenas obras. Cúbrelo con tus actos. ¿Qué alegría persigues en las cosas fatuas? Ese frasco limpio de vidrio, llénalo de tus pensamientos y de tus buenas obras. Quizás ni el mundo lo vea. Ni habrá aplausos, sólo allá arriba tu retrato, tu espejo, El Eterno, pueda guardar tus recompensas. Abre la flor. El árbol se eleva. El sol se inclina a beber agua del charco. Tus ojos mójalos del tiempo propicio. No sabrás si podrás ver mañana. Y tus pasos perdidos quizás vuelvan a la ruta al anochecer. Y no sabrás si miras el sol y creas que sea la luna. El agua beberá del mismo río, y la lluvia del rocío. Y el tiempo con una hoz en la mano segará lo que has sembrado. Y no tendrás lugar ni para convertirte en estatua de sal.
Dulce agua, agua dulce de tus ojos. Ojos fugados, estrellas viajeras. Árbol de la noche. Esther o margarita. Rosa roja del crepúsculo. Dulce agua, agua dulce de tus manos. Agua del encuentro. Hilandera de bosques. Mariposa perfumada. Cuarzo rosa de hierba. Constelación del tigre en la orquídea. A ti, nombre, que guarda la hoja y la flor en sus sueños. Memoria del sol en la piedra. Dulce agua, agua dulce de la noche. Que duerme en tus ojos. Aparición de ninfas en el agua.