Perderme en tus ojos. En el negro de la noche de tus pupilas. En el amarillo trigo de tus cabellos, que ondulan como espigas en el viento. Viajar por ese mar que nunca conocí, y que Ulises no se hubiese negado jamás. ¿Qué tiene tu mirada? Miran lejos tus ojos a través de las rendijas del mismo cielo. De la misma noche. Del mismo atardecer. Hoy me pregunto, qué tienen tus ojos. Más allá, no sé contestar. He atado un hilo a tus ojos. Una cometa con flores, a ese silencio de tus ojos. Quizás pueda soltar las amarras del hilo. Quizás no habrán Cíclopes ni Lestrigones como en la Ítaca de Cavafis de qué temer. Ni alados dragones con ígneas bocas por arrojar fuego. Nada de eso hallaré. En tus ojos se esconderá un trozo del Arca de Noé. Una historia bíblica por tu paso por el desierto. Un papiro del río Nilo donde sellé mi corazón junto al tuyo...
Te trae el día en mágicos acentos. Y dulces pinceladas. Desprendida de ramas y flores en el viento, con bienvenida de pájaros y mariposas. Forma no tienes. Eres latido en la silueta. Eres dulce canción de verano golpeando secamente mi ventana como hojarasca febril. Y te vas y vienes y sabes que espero mil formas del sol. Abanicos de metáforas haciendo sí en el río. Y te sueño en las pinceladas que arroba mi alma. En la carita del atardecer con azul y rosáceo en tus mejillas mojadas de rocío...
En su mano puse un libro "Bajo la misma estrella" El corazón revoloteaba como mariposa en el perfume de la flor. Salí apresurado. Temblaban las estrellas bajo el cielo de octubre. Ella, la de ojos de sol. Dejaba su mirada como luz en mi alma. Faro del horizonte en las noches, en las mismas estrellas de octubre.
Detenido en el poema asfixiado en el verso que no brota, sufro. ¿Cómo hilar palabras en una tarde tan abatida? Los niños corren en la plaza, las abejas y las mariposas liban el néctar de las flores. Una coral de loros ahuyentan los fantasmas en el vetusto campanario. Y las palomas asaltan el cielo con su blanco trajinar.
¡Oh hoja de inconclusa escritura! Consonantes y vocales regadas en las baldosas, en letras sin cuerpo y alma.
Ella, la de ojos amarillos como el sol. Desviste la tarde en su lejanía... La plaza se viene a trozo en la estación de verano.
Belleza de los árboles: ¡los pájaros! Espejo del amanecer en tus pupilas. Eres hermosa más allá de toda definición. Albor, ocaso, anochecer. Liszt ¡ah! sueño de mariposas.
Rin ban bon Te doy en la mañana ¡mi corazón! Con crema y chocolate, al medio día tu mano ¡bate que bate!
Con azúcar o miel canela quizás tu boquita lo muela.
Rin ban bon en la mañana te doy ¡mi corazón!
Con crema y chocolate. ¡Late que late!
Rafael Deliso
16/10/2014
"En algunos países latinoamericanos, la ronda es un juego en el que niños y niñas se toman de la mano para formar un círculo y cantar una canción mientras bailan o realizan algún tipo de movimientos o gestos".
Dedicado a todos mis alumnos en 1er. año en mi liceo.
Esa mujer roza mi piel y me eriza. Me da cosquilleo con mariposas en el vientre. Toca algo de mi y lo desprende. Tiene la culpa de mis trastabilleos.
Es que ella no lo sabe. Siempre la miro a lo lejos. Siempre la escudriño con ojos furtivos, detrás de los mangos.
¿Amor Ágape, Philos o Eros ? No lo sé. Solo sé que la quiero. Solo sé que esa mujer enloquece el crepúsculo con su perfume. Y hace morir las últimas luces del firmamento cuando se pierde en la lejanía... Esa mujer me hace dormir con el hilo de su pensamiento, y me hace despertar a veces sin aliento. Y no sé si sea más mía o de ella el querer como la quiero. Que si querer fuera como el querer mío. Morir moriría en sus besos tiernos.
El simple y dulce aleteo de la mariposa en tus ojos, es más fuerte que el trueno a lo lejos. Ambos producen un cambio en ti. La fuerza se mide no por el golpe o el estallido sino por la sutileza que despierta en ti otras fuerzas desconocidas y ocultas que no sabías que existían...
La coquetería se queda en tus lentes. En la pintura carmesí robada al ocaso. En tus juegos de párvula verde aceituna. Tengo rizado un cabello del sol. Para testimoniar de tus huidas de vacíos interminables.
Y entraré... Y en sus piedras sagradas sudor bíblico y esperanza. Una canción subirá de sus montes. Y una luz brillará sobre la oscuridad. Voz de trompeta que suena en las nubes. Arca y señal en el cielo, en truenos y presencia inefable. Allí el Señor con sus brazos abiertos. Con voz de dulce arroyo y mirada de fuego. Entraré en tus atrios, en una de tus lunas, taparé mi rostro. Sé que eres amor y fuego consumidor. Miraré los clavos en tus manos. Y tu vestido de luz envolverá mi alma. Entraré a la Santa Ciudad. Jerusalem de mi corazón. Piedras de mis piedras, montes de mis montes. Ciudad del Altísimo.
Linda sensación: el agua discurre por el pizarrón de un recodo del camino como un discurso reiterativo. Y un manso arroyo lee el arco iris en el perfumado día de la tierra húmeda como un periódico de hojas secas.