"Morir no duele mucho: nos duele más la vida".
Emily E. Dickinson.
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Tembloroso junto al retrato olvidado, en la incertidumbre de las hojas que vuelan. En la espesura del dolor vivido y floreado del viento en la hojarasca. Tú que heriste un crepúsculo con tus ojos, y volcaste los colores en la acuarela de la tarde. Más vale morir en la vida, que vivir en la muerte de los pájaros de primavera. Con el rojizo cabello la tarde bebe el orgullo licor de la cobardía. Y la vida muere. Y muere la vida. Y nacemos... en el sutil olvido de los fracasos.
A veces es como quedar olvidado y sepultado entre escombros y ruinas. Ser burlado por el viento que se vuelve espina y filosa piedra y rompe los cartilagos con su poderosa mano. Estar alli por estaciones y cubierto del polvo de los siglos. Ser rociado por gruesas aguas del invierno y volverse musgo y maleza. Estar allí sin ser visto. Como luz en un cántaro escondido. Y florecer perfumado una mañana. Y dar giros en los árboles. Y cantar en el albor. Cristalino y tibio de los pájaros. Que dulces y serenos danzan en el sol. No ver sino el día, ¡cuán resplandor en las aguas que el río abraza mansa y silenciosa al pasar la vieja piel en la hoja..!