EL BESO.

El beso.

La veía todas las tardes al salir de la escuela.
Era la maestra de ojos café.
De cabellos azabaches.
Y en su frente la bendición de su pureza.
Desde mi ventana que daba a la escuela, mis ojos rozaban sus ojos.
Su piel era una orquídea de su tierra.
Su boca un volcán en primavera.
La amaba en silencio como se aman a los crepúsculos que tiñen 
de bermejos soles al horizonte
Un beso soñé mientras dormía los Heliotropos en su lejanía.
Obsidiana de fragancia maya en los ojos que hieren la tarde.
Y soñé ese beso hasta dormirse los ocasos bostezando luceros.
Era la maestra de ojos café.
Y un vocerío de niños perfumaban sus vestidos.
Y mientras ese beso destilaba cántaros y cristalinas lluvias de abril.
Iba el cielo abriendo sus manos.
Y hundía mis labios en sus labios hasta quedarnos sin aliento
y sin el presente de sus horas porque sus besos 
fueron abriendo campos y mariposas en el vientre de la tarde
cuando salia y yo escapaba en ensoñaciones
al pensar en ese beso que no me dio.



Rafael Deliso Guerra.
14 de abril de 2019
Maldonado. Uruguay

 
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