viernes, 14 de noviembre de 2014
La casa.
Breve relato.
La casa.
El dueño de aquella casa había muerto
casi treinta años atrás.
Los nuevos inquilinos familiares del difunto
ya instalado allí , gozaban del beneficio
temporal de creerse los dueños de la casa.
Lo primero que hicieron fue alquilar un
fragmento de la casa, dividida en un pequeño
apartamento y dividirse el pago del alquiler
con otro familiar que vivía ahi, adjunto,
en un costado, y que cada año robaba un trozo
más de aquella casa haciendo rodar bloques y
cabillas, en su malicia, como un pulpo que con
sus tentáculos quiere atraparlo todo.
Mientras esto pasaba, otros familiares no
participaban de aquel convite.
Y el robo se hacía inminente.
Dorotea tenía un hijo de veintidós años,
mal encarado, soberbio y de escasa educación,
mentalmente un poco atrasado, a pesar que iba
a un instituto de educación universitaria, sus
valores y principios eran pésimo.
Él y su madre eran muy parecido.
Los hijos suelen ser espejos de los padres.
Ella al despertarse solía golpear los trastos
en la cocina con signos de "yo estoy aquí y soy
la dueña".
Su carácter era irritante.
Y su hijo era copia fiel de los genes de donde
había salido.
En realidad madre e hijo eran insoportables.
Juan tuvo que llegar a esa casa por circunstancias
imprevistas.
Venía de otra ciudad y no le había ido bien en los
negocios y después de haber amasado una gran
fortuna, de la noche a la mañana se había quedado
sin nada.
Pobre y con una maleta y algunos libros, llegó
a esa casa.
Esa casa tenía como una maldición.
Fue tan peleada en el pasado que en un principio
nadie quería vivir allí.
Por último, Dorotea tomó el control de aquella
casa, y cada día su orgullo y soberbia, aunado a
la burla que solía practicar, fortalecía su ignorancia
y pobreza de espíritu.
Hay almas grandes que crecen en el sufrimiento
y su amor las hace escalar el cielo con sus actos
de bondad.
Pero no era el caso de Dorotea que maltrataba a su
hijo a diario haciéndolo sentir una infinita cucaracha,
y al nuevo inquilino que aunque siendo familiar y
cercano de sangre, su indiferencia y odio, lo marcaba
con un "hasta aquí llegas" , o un "no toques lo mío de esta casa", o aquella lapidaria y aguzada frase: "te vas de mi casa".
Ernestino también disfrutaba de encarar y hacer sentir
mal al nuevo inquilino.
Una noche se escucha en voz de Ernestino.
-Tú pasaste y apagaste el televisor.
Juan: -¿Yo? No, no lo hice.
-¡Sí, sí lo hiciste!
-Y te sacaré de aquí muy pronto.
La verdad que aquello era una declaración de guerra
de Ernestino contra Juan y que había comenzado
desde el primer día que éste último había llegado
a esa casa.
Pero más allá de aforismos o axiomas, esa casa
estaba embrujada.Se apagaban las luces de noche,
se prendían luego solas. Se oían voces que después
se perdían en un laberinto.
Y lo del televisor esa noche..., solo sin que nadie lo
tocara se había apagado misteriosamente.
Una mañana sin que hubiera temblado, las paredes
comenzaron a abrirse.
La casa empezaba a resquebrajarse y algo sin
explicación la hacía hundir.
Una fuerza extraña rompía la costura del cemento,
y los bloques poco a poco se iban disolviendo
como el agua disuelve el azúcar.
La casa se fragmentaba y se hundía poco a poco.
Y de pronto,
el agujero y el abismo negro
tragó a Dorotea y a Ernestino.
Lo tragó con sus enseres, con sus ropas,
sus egoísmos y sus ofensas.
Nada se supo de ellos.
Fue una muerte extraña
y los vecinos hacían conjeturas y comentarios.
Juan que no estuvo en ese momento del desastre
y de aquella extraña desaparición de la casa y de
sus dos inquilinos temporales.
Gozaba de otros tiempos.
Y su mirada hacía florecer el horizonte.
Tiempos de ver el pasado atrás.
Rafael Deliso
14/11/2014
Relatos del sol en invierno.
La casa. por Rafael Deliso se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://ubunturamade.blogspot.com/.
La casa. por Rafael Deliso se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
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