"La máscara"
Mi rostro no te gustó y me dibujaste
una máscara.
Desfiguraste mis horizontes.
Y quebraste los arcos del crepúsculo
con el ocre indiferente de tu mirada.
Una mariposa voló. Pero hoy las
mariposas no son vista como antes.
Ya no hay primavera.
Y la lluvia, si no llueve café,
como en la canción de Juan Luis Guerra,
o caen auríferas perlitas del cielo,
no hay paraíso para esta humanidad,
que ha perdido sus valores y temor a Dios.
Caí de hinojo, absorto en estos pensamientos,
y flechas de luz atravesaron mi piel quemada
por este sol del trópico.
La cetrina cerca que me separaba de este lado
al tuyo, solo callaba las sombras que se
dibujaban en la tierra y que huían despavoridas
al morir la tarde.
Tarde sin canciones, ni campanarios.
Y acéfalas de nubes, en los vespertinos silencios.
El café lo colaba María con su buen arte de
endulzarlo.
Y allí como tiradas, las máscaras.
Esas duras y premeditadas máscaras,
sin voz ni piel,
Pero con sangre de sierpes, y con camaleónicas
formas desdibujadas en los latidos húmedos
de tu cigarrillo.
Eras tú esa mujer traicionera.
Esperando solo el momento de la puñalada
mortal.
No hay preaviso.
Tus dardos salían certero, arrojándolos con
tu mirada.
No había instantes que no lo hicieras.
Mordaz saliva la de tu boca.
Cáusticos ojos, atosigados de veneno.
No, no pensaba ponerme tus máscaras. Ni entrar
en tu camisa de fuerza.
Ni que tus tsunamis asfixiaran o ahogaran mis
flores y mis límpidos cielos de enero.
Huí de ti.
El prósopon lo lucirías tú.
La "mashara" encajaba bien en tu rostro.
Siempre la llevaste tú.
Pero qué fingida y fantasiosa idea de
querer colocárselas a los demás...
Rafael Deliso
05/11/2014
#Relatos del sol en invierno.
Máscara. por Rafael Deliso se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://ubunturamade.blogspot.com/.
y flechas de luz atravesaron mi piel quemada
por este sol del trópico.
La cetrina cerca que me separaba de este lado
al tuyo, solo callaba las sombras que se
dibujaban en la tierra y que huían despavoridas
al morir la tarde.
Tarde sin canciones, ni campanarios.
Y acéfalas de nubes, en los vespertinos silencios.
El café lo colaba María con su buen arte de
endulzarlo.
Y allí como tiradas, las máscaras.
Esas duras y premeditadas máscaras,
sin voz ni piel,
Pero con sangre de sierpes, y con camaleónicas
formas desdibujadas en los latidos húmedos
de tu cigarrillo.
Eras tú esa mujer traicionera.
Esperando solo el momento de la puñalada
mortal.
No hay preaviso.
Tus dardos salían certero, arrojándolos con
tu mirada.
No había instantes que no lo hicieras.
Mordaz saliva la de tu boca.
Cáusticos ojos, atosigados de veneno.
No, no pensaba ponerme tus máscaras. Ni entrar
en tu camisa de fuerza.
Ni que tus tsunamis asfixiaran o ahogaran mis
flores y mis límpidos cielos de enero.
Huí de ti.
El prósopon lo lucirías tú.
La "mashara" encajaba bien en tu rostro.
Siempre la llevaste tú.
Pero qué fingida y fantasiosa idea de
querer colocárselas a los demás...
Rafael Deliso
05/11/2014
#Relatos del sol en invierno.
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