Ensayo de la lluvia en mi puerta.

Las manos de la noche golpean mi puerta.
Quiero salir pero sé que no hay nadie.
La lluvia nostálgica hace siluetas afuera.
Allí donde pisa la llovizna las hojas y largos
espectros del silencio deambulan pernoctando
sonámbulos.
Estoy aquí donde una línea nos separa.
Entre un espacio inventado por mi locura,
con aves y pájaros, mariposas y piedras,
y el tuyo marcado con la realidad de tus cejas.
En el concreto sin flores y el afán cotidiano.
Con paredes y calles, con tus pinturas de labios,
y con el níveo polvo de tus pecas.Nada es igual.
Y reinventar mundos y poblar cielos, quizás
sean cosas de poetas y de escritores.
Uno sueña, uno cree en lo por venir, en lo
llegado.
En aquello que es color y luz.
Y traspasa esa línea.
Disuélvense los espacios.
Aquellos dos mundos tan cercano y tan lejano.
El uno construido con el barro del sueño,
con la esperanza del arco iris.Sellado en ese pacto
de paz y de amor.
El otro, quizás, tan material y frío como el mármol.
Tan concreto como la misma realidad que te
devuelve su mano indiferente y distante.
¡Nada queda!
La vida sigue su curso normal, y los ríos van a morir
en el mar como decía aquel poeta español. Porque
morir es el mar, y su profundidad aquello que no se
supo explicar.
Morir no es el final, y estas letras que quizás
ella nunca lea, será un sacudir de mis alas, en mi
pájaro de eterno vuelo silencioso.
¡No un cisne herido!
No será flecha ni fuego.
Mis letras son mi alma.
Un trozo de mi carne que se queda pegado a esta
hoja. Y afuera, sé que hay una mano golpeando
mi puerta.
Y estos ojos se queman con la lluvia,
¡y tú nunca lo sabrás!
¡ni lo leerás!
Será un indiferente sentir que tu corazón ni pendiente
abrió.
Ni quiso ni jamás conoció.


Rafael Deliso
19/05/2014

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